¿Por qué nos encantan los programas de viajes?

Hay algo reconfortante en ver un programa de viajes. Un género que tiene un poder casi balsámico, como el de las películas de Cary Grant o los helados de chocolate. Quedarse hipnotizado admirando un tango argentino, subir a un tren camino de Brisbane o ver Nueva York desde la Estatua de la Libertad… Todo eso que aparece en nuestras pantallas cura todos nuestros males como si fuera un paracetamol cuando tenemos dolor de cabeza. Recordándonos quienes somos, quienes éramos y quienes seremos.

Y es que estos programas no solamente nos invitan a la evasión, sino también a poner el pie en otros mundos y micromundos. Con estos prgramas, podemos sumergirnos en los mercados de Jaipur, hasta terminar sudando y oliendo a especias, tomando queso en una yurta con una familia de nómadas de Mongolia hasta tiritar de frío y entrar a una típica casa de color azul y blanco en Corfú.

programas de viajes

Y es que viajar no es desplazarse de un lugar a otro, sino lo que nos ocurre a lo largo del trayecto. Y lo que nos ocurre en un viaje, podemos verlo en los programas de viaje. Hablamos con desconocidos, aprendemos geografía, descubrimos nuevas costumbres, oímos instrumentos con sonidos distintos, etc.

Uno de los subgéneros más populares en los pogramas de viajes son los de cocina. Ver uno de estos programas es como ver una receta de cocina. No sabemos si después terminaremos preparándola, pero solamente con verla ya nos alimenta. Pero lo cierto es que podemos encontrar programas muy variados.

Además, uno de los grandes fuertes de los programas de viajes es que no necesitan mostrar grandes mansiones ni playas caribeñas de Instagram. Con un pntoresco mercado tradicional de la Provenza es suficiente. Y es que no buscan despertar envidia, sino sentimientos. No es necesario que los protagonistas sean guapos o famosos. De hecho, algunas veces tienen la apariencia del típico profesor de Universidad con jersey de rombos. Porque el hecho de ser viajeros ya los hace suficientemente atractivos.

Pero lo que realmente hace que nos encanten no es solamente el hecho de que nos hagan viajar sin salir de nuestra casa o que nos inspiren para nuestros próximos viajes, sino el que nos hagan sentir que vamos sentdos en un tren hacia Brisbane, que estamos manteniendo una charla con las mujeres de Pakistán sobre su futuro o que estamos paseando por la naturaleza junto a un experto en koalas.

En definitiva, los programas de viajes nos encantan porque nos muestran una manera de viajar muy distinta a la que solemos poner nosotros en práctica. Una forma de viajar sin prisas y sin estrés. Y es precisamente aquí donde está también la ficción. Todo viaje lleva aparejado una tensión, ¿habrá escogido bien el destino? ¿Será un buen hotel? ¿A qué hora tenemos que salir para ir al aeropuerto? ¿Qué medio de transporte debo tomar para ir a ese monumento?

En los programas de viajes no se muestra nada de ese estrés y todas las decisiones son siempre correctas, los aviones no se retrasan y todo sucede de una manera ligera. Los protagonistas nunca tienen problemas en cerrar el equipaje y siempre se encuentran con gente muy interesante que les espera y que conocen los lugares adecuados donde piden lo que hay que comer. Por esta razón, también son balsámicos, porque siempre muestran el rostro amable del mundo, que por supuerto la tiene y es enorme.