¿Cómo afectan los viajes en avión a nuestro cuerpo?

Cuando pensamos en cómo afectan los viajes en avión a nuestro cuerpo, lo primero que suele venir a nuestramente es el jet lag. Un desequilibrio que se produce en nuestro reloj interno por el cambio de horario al viajar a lugares lejanos. O esa desagradable dolor de oídos.

Sin embargo, no son los únicos efectos que puede sentir nuestro cuerpo a la hora de volar. La presión de la cabina, el espacio reducido y el aire fresco ceran un entorno que hace que podamos sufrir problemas de estrñimiento, deshidratación, dolor de cabeza, fatiga o, incluso, trombosis venosa. Aumentando además el riesgo de contraer enfermedades.

Esto no quiere decir que tengamos que volvernos unos hipocondríacos y que ya no vayamos a viajar en avión nunca más, pero sí es importante que tomes ciertas precauciones para evitar los siguientes efectos que te mostramos hoy en SP Parking (aeropuerto de Málaga).

Cómo afectan los viajes en avión a nuestro cuerpo

Hinchazón en las piernas

Se trata de un problema bastante habitual en los viajes largos, pudiendo llegar a provocar trombos o coágulos. Lo cual tiene que ver con el hecho de pasar muchas horas sentado sin moverse, lo que favorece la acumulación de agua en las piernas. Esto hace que la sangre quede «atrapada» en la parte de abajo del cuerpo y que tenga dificultades para volver al corazón. Intenta caminar cada cierto tiempo por el avión para evitarlo.

Cansancio y cefáleas

La presión atmosférica de la cabina de un avión es de un 75% menos de la que estamos acostumbrados, por lo que los niveles de oxígeno en sangre se reducen. Esto hace que nos cansemos con más facilidad y que podamos sufrir dolores de cabeza, especialmente en aquellas personas que son propensas a ello. Un riesgo que aumenta especialmente durante el despegue y el aterrizaje. Mentante tranquilo, respira profundamente y bebe agua.

Resfriados

El aire del interior se regenera cada 3 minutos aproximadamente, incluso con más frecuencia que en los edificios que cuentan con aire acondicionado. Esto significa que apenas hay humedad, lo que incrementa las posibilidades de resfriarse o de coger una infección respiratoria porque los virus están a sus anchas. Intenta llevar algo de abrigo para evitarlo.

Sequedad en nariz, boca y piel

El nivel de humedad en el avión es tan bajo que en un vuelo de 3 horas podemos perder hasta 1,5 litros de agua. Esto hace que nuestra nariz, nuestra boca y nuestra piel se resequen, agravando problemas como el eccema o la psoriasis.

Dificultades para respirar

La presión del interior de la cabina del avión es muy parecida a la que se puede sentir en alta montaña. Disponemos de menos oxígeno y esto afecta a la respiración. Además, el nivel de humedad del avión es sólo de un 25%, lo que hace que podamos tener probleas para respirar.

Radiación cósmica

Aunque pueda sonar a película de ciencia ficción, lo cierto es que en vuelos superiores a 7 horas, nos exponemos a un mayor nivel de radiación que cuando nos hacemos una radiografía en el tórax. Lo cual aumenta cuanto más dure el vuelo y si nos acercamos al Polo Norte. No es ningún problema, pero sí hay que tenerlo en cuenta si vuelas con mucha frecuencia.

Gases

Es fácil que, al apsar mucjas horas sentado, nuestra digestión se ralentice y, con ello, los movimientos intestinales. Además, se pierde agua por la sequedad del ambiente, lo que hace que el estreñimiento empeore.

Peor aliento

Cuando viajamos en avión, muchos de los procesos de nuestro organismo se reducen, incluyendo la producción de saliva, lo que hace que las bacterías proliferen en nuestra boca y que tengamos mal aliento, lo que puede agravarse si tomamos azúcares.